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The Unfinished Complete Lyrics of Elliott Murphy

The Unfinished Complete Lyrics of Elliott Murphy
16/04/2010


Una cocktelera explota com un volcà. Mites i llegendes, esperit i emocions.Literatura, rock i KOK s'uneixen per presentar el llibre "The Unfinished Complete Lyrics of Elliott Murphy".

L'acte presidit per Elliott Murphy i el traductor Alberto Manzano, no ens va deixar indiferents. Venien a presentar un llibre, però ens vàren regalar alguna cosa més, un esperit de poeta i d'artista.

El llibre recull 270 cançons, que segons l'artista "no recordava el moment d'haver escrit cap d'elles", i que han costat 40 dies i 40 nits de traduïr. La biografia musical ve acompanyada de fotografies, dues de les quals són de l'osonenc Vicenç Bigas. Una nit que ens va apropar més a la figura d'Elliott Murphy i de la seva rel.lació amb els Hostalets de Balenyà, ens va mostrar la seva humanitat, tot i que ens confesés que la persona i el personatge no comparteixen la mateixa idea de l'amor. Elliott ens va conquerir amb el seu millor regal : Un "improvitzat" concert que comptava amb la presència de la banda the Normandy all Stars, o el què és el mateix: Olivier Durand (guitarra) Alan Fatras (percusió) i Laurent Pardo (baix).

Vàrem gaudir de la presentació que el llibre es mereix, l'esperit del rock va sortir i les líriques van recobrar vida per un moment. Un moment que guardarem al record durant molt temps.

ELLIOTT : Esperem que ens expliquis més històries o utilitzant les teves propies paraules "You save my live with the stories you tell". Potser amb el concert que viurem aquesta nit?



TEXT QUE VA LLEGIR DURANT L'ACTE EL TRADUCTOR ALBERTO MANZANO:

Llevo más de treinta años traduciendo letras de canciones y poemas, y no he dejado de oír la misma pregunta: ‘¿es la canción poesía?’ Y siempre he visto dos bandos enfrentados, los que dicen que la música limita y constriñe las posibilidades de las palabras, y los que defienden que la música potencia y expande el texto. Los primeros aseguran que sin la muleta de la música el texto no se aguanta en una página, mientras los segundos sostienen que la música da alas a la letra. Elliott Murphy, me confesó en una ocasión, pertenece a este segundo grupo.

Pero tampoco se trata ahora de sacar las cosas de quicio, ni ponerse a buscar a la madre del cordero. Desde la perspectiva que nos da nuestro lugar en la montaña rusa del rock, hay que saber mirar hacia a todas partes y reconocer tanto la saturación de versos de mala calidad que impera en el rock, como la evidencia de que gran parte de la mejor producción poética de nuestros días se expresa a través de la música. Sólo hay que leer, precisamente, los textos de las canciones, para sentenciar si participan del propósito y principio fundamental de la poesía, es decir, establecer una calidad de comunicación y albergar una verdad como pura experiencia personal. Cabeza, tronco y extremidades: Verdad, Belleza y Ritmo. Esta es la Santísima Trinidad que integra el cuerpo poético: el poema. Y el alma, imprescindible, será la Autoridad del texto.

Caí rendido a los pies de Elliott cuando leí el primer verso de la primera canción de su primer disco:

“Los pelados postes de teléfono no pueden describir
lo que siento por ti esta noche”

… yo me lo imagino, pero, prefiero no hacer ningún comentario al respecto. Después, un poco más abajo, en otra estrofa de la misma canción, sentencia:

“Unos son los amos, otros los esclavos,
y luego está ese chico
que sabe que tiene que tocar la guitarra”

Ese es el rockero… una raza aparte, inclasificable, posiblemente el eslabón perdido entre el Misterio de nuestra esencia divina y la Realidad de nuestra naturaleza humana, el intermediario entre el cielo y la tierra, el extraterrestre, un bicho raro que debe propagar la religión del rock, un ciego creyente que se pasará la vida enamorado de alguien, o algo, que nunca ha visto. ¿O no será acaso el roquero el fruto de un pacto umbilical con el diablo?: Negado a envejecer - “nunca me haré tan viejo como tú” (anticipaba Elliott en otra de sus primeras canciones, “Never As Old As You”) -, “joven para siempre” (había proclamado el “sumo sacerdote” Dylan) - sin jamás sentirse adulto ni parecer un chaval: un cruce entre Robert Johnson y Dorian Gray.

“Había nacido para ser el Rey,
había nacido para ser el Hombre,
pero, murió a pesar de ser sagrado,
aunque no creo que él lo supiera”

Parece innecesario revelar de quién está hablando Elliott aquí. A veces lo veremos sentado en la taza del váter, a veces en el asiento de un Chevy del 53; en una ocasión, a punto de tomar el último tren a Memphis…..la sombra espectral del Rey es tan larga como una limusina blanca patrullando por los profundos surcos del asfalto vinílico de la obra de Elliott:

“Oh, pero he de volver, poner el tren sobre los raíles…”, diría El Rey…

Cuando, de pronto:

“Ataque al corazón en Graceland…”

“Porque, cuando la música acaba…
(¿quizá una referencia a la canción de Jim Morrison?)
sólo oirás el sonido de tu corazón”

El problema es que no tienen la misma afinación. Y si tratas de afinar tu corazón con la música, corres el riesgo de que se rompa… la cuerda…, la fibra. Y entonces llega la soledad, la terrible hora de la verdad, te miras al espejo, y te das cuenta de que no eres tú mismo - “como un estafador de billares, te has pasado la vida fingiendo” -, pero ya no puedes seguir engañándote, aún no estás preparado... para morir. Y huyes a la ciudad - la encarnación del mal, frente a la pureza de tu espíritu:

“Lo que añoro
Es muy oscuro
Intangible y puro
Y por más que queramos ocultarlo
Sabemos que es verdad”

Así que huyes al refugio del calor de los sonidos y las heladas luces nocturnas de la ciudad:

“En algún lugar de estas luces nocturnas está la respuesta”

Y te unes a las escalofriantes criaturas de la noche que deambulan por el pre-apocalíptico underground neoyorquino:

“Y todos éramos yonquis y camellos
putas y chulos,
nunca sabes lo que te espera”

“Y si el sol nos coge
pintaremos las ventanillas de negro”

“Porque estoy tratando de vencer a la luz
y necesito dormir
pero me fastidia que se acabe la noche”

“Porque ya sabes que los románticos
corren libres en la oscuridad
pero cuando llega la luz
son los primeros en arrodillarse”

“Porque el sueño siempre acaba al despertar”

“Y, maldita sea, si fuera un héroe
habría mantenido nuestro pequeño mundo cerrado”

“Y yo no te estoy utilizando a ti
y tú no me estás utilizando a mí,
pero utilizaremos todo lo que podamos
para sentirnos libres un momento”

“Así pues, agárrate a mí
mientras seamos libres”

“Y no hay una palabra de verdad en lo que digo
pero no puedo decir una mentira”

“Y todas estas palabras son innecesarias,
el camino del amor está muy claro,
pero nos ponemos gafas de sol
para no ver demasiado cerca el ocaso”

“En resumen:
se trata de que nunca he sabido amar
a la persona que amo”

…. Y así podríamos seguir toda la noche, porque no hay nada nuevo bajo el sol…

Cuando empecé a trabajar en el libro que hoy presentamos, recuerdo que le escribí una carta a Elliott diciéndole: “Elliott, estaba seguro de que eras un poeta, pero no sabía que fueras tan bueno.” Aunque, en un primer momento, absolutamente fascinado por la belleza poética que había descubierto en las canciones de discos como “Aquashow”, “Night Lights” y “Just a Story from America”, me había volcado en la difusión de la obra de Elliott en España (una novela, dos libros de relatos y una breve selección de letras de canciones, publicadas en el decenio entre 1986 y 1996), debo reconocer que volvió a invadirme un inmenso entusiasmo al retomar el año pasado su obra y reencontrarme con el gran poeta romántico - ahora dotado de la madurez y serenidad del superviviente curtido - que firmaba discos de la excelencia de “Rainy Season”, “Soul Surfing”, “Strings of the Storm”, “Coming Home Again”, “Notes from the Underground”, transformando el legado romántico en un canto poético vital:

Estábamos bajo las estrellas
con la boca abierta
y era como si las estrellas
hubieran caído dentro

bajando por la garganta
hasta el corazón
y allí brillaban
en la oscuridad

de las cavernas del alma
donde sólo reina el miedo
y ni siquiera por la cosa más segura
nadie arriesga lo más mínimo

Así que nunca digas ‘nunca más’
sabes que lo eterno tiene un final
nunca digas ‘nunca más’
pero eso, amigo mío, ya lo sabías”

Es difícil explicar la poesía que no se explica por sí misma. Yo creo que he traducido más de 100 libros de letras de canciones y poesía - desde Rimbaud a Leonard Cohen, Walt Whitman y Jim Morrison, el poeta sufí Rumi o Suzanne Vega - y siempre he creído estar haciendo lo mismo, es decir, traduciendo poesía.

Un viejo amigo mío me decía que la diferencia entre un poeta y un escritor de canciones es que este último tarda más en morirse de hambre. Los poetas se mueren antes, mientras que los escritores de canciones sobreviven con unas migas de pan que les echan para ir tirando. Es la misma diferencia que hay entre capitalismo y comunismo - me decía mi amigo.

Y probablemente tuviera razón. Estoy convencido de que hay muy pocos escritores de canciones que sean poetas, que se trata, sin duda, de un grupo muy selecto - el de los poetas, claro -, una exquisita excepción en el ámbito del rock, y que la mayoría de los escritores de canciones no son más que simples artesanos, o “trabajadores de la canción”, como los calificaba Leonard Cohen en una canción dedicada a Janis Joplin. Los poetas, en cambio, son poetas, sin remedios ni paliativos, sin atajos ni enredos, auténticos poetas que no piden nada a cambio, mientras que la mayoría de los escritores de canciones las escriben por la fama, la gloria y el dinero. Así pues, si un día te encuentras con alguien que te dice ser un poeta, te aconsejo que mires si lleva tarjetas de crédito, y si lleva alguna, lo más probable es que no sea un auténtico poeta.

Mi amigo Elliott no lleva ninguna tarjeta. Quien haya leído su novela “Frío y Eléctrico”, sabe que lo que digo es cierto - y, si no, que le registren, o mejor aún, que lean la novela (aunque ya está descatalogada) -, porque su coherente trayectoria artística - por la que, sin duda, ha pagado un precio muy alto: se dice que después de que la Decca rechazara a los Beatles, Elliott se convirtió en el mayor error cometido por una discográfica, cuando la CBS le botara… “botara” con “b” de “burro”, después de haber grabado el maravilloso “Just A Story From America”… -, (así pues, como decía) su coherente trayectoria artística es un ejemplo absoluto del cantante que es también, ‘rara avis’ en esta profesión, un hombre de letras. Elliott pertenece a esa extraña especie en vías de extinción, de cantantes como Leonard Cohen, Patti Smith, Nick Cave o Laurie Anderson, que, paralelamente a su obra musical, han mantenido una producción literaria, más o menos constante. Después de la publicación de su novela cinematográfica, “Frío y Eléctrico”, y de sus dos libros de relatos impresionistas: “El león duerme esta noche” y “Donde las mujeres están desnudas y los hombres son ricos”, hoy, afortunadamente - y, sobre todo, gracias al esfuerzo, el buen gusto y la osadía del editor de Lenoir Libros, Ángel Ardevol - ha podido ver la luz un libro que reúne todas las letras de sus canciones, en edición bilingüe, inglés-castellano, con un magnífico prólogo y glosario del periodista musical vasco Joseba Martín, y profusamente ilustrado con fotos cedidas por el mismo Elliott y Vicenç Bigas, fotógrafo habitual de esta casa.

Su realización me ha costado “40 días y 40 noches”, pero eso también es otra canción. Y es que para algunos de nosotros sigue siendo todavía muy difícil diferenciar la Vida del Arte, tan invisible es el filo que los separa.

Pero permitidme que antes de seguir por este camino abierto por el filo de la navaja hacia la exposición del nuevo libro de Elliott, subraye un aspecto que considero fundamental en el ámbito de la poesía en el rock. Porque, no quiero fomentar malinterpretaciones. No es mi deseo que la constatación de que exista una producción literaria que corra paralela a la obra musical de un cantante conduzca a la conclusión de que ello sea garantía de excelencia poética en las letras de ese autor. Ni mucho menos. Y, por supuesto, no es condición imprescindible. Puede ser más poeta un cantante sin obra poética propia, que un poeta con poemario publicado que se dedique a cantar - el caso de Bob Dylan, sin ir más lejos, creo que es bastante claro -. En realidad, nadie necesita publicar un libro de poemas para ser un poeta: puede hacerlo perfectamente a través de la música: “Yo no escribo poesía, simplemente la canto. No hay tiempo para leerla, pero sí para escucharla,” diría el autor de “Imagine”, John Lennon.

“Imagina un futuro sin fronteras. Imagina ser un ciudadano de un país del que te sientas orgulloso. Imagina una nación de poetas. Imagina un país donde los poetas fueran reyes… Y, entonces, Lord Byron apareció, rodeado por políticos de izquierdas y derechas, porque la única dirección de un poeta es hacia delante. Y he aquí a Jack Kerouac como ministro de cultura, nunca en su oficina, por supuesto, siempre en la carretera. Shakespeare se sienta en el trono con la silenciosa Emily Dickinson, reina infiel a su lado. Rimbaud hace de bufón, pero el chismorreo en la corte es: “Espera a que crezca.” Wallace Stevens y William Carlos Williams sirven como embajadores, mientras Ezra Pound planea innumerables golpes de estado y T.S. Eliot mantiene bajos los tipos de interés, en calidad de ministro de economía. El silencio de semejante reino es impresionantemente hermoso.”

Este texto fue escrito por Elliott, de puño y letra, en la cubierta de su disco “If Poets Were King”, cuyo título le fue inspirado por una pifia de mi horrible inglés durante una conversación con él en París en 1991.

Otro legendario texto escrito por Elliott para un disco, aunque esta vez de su amigo Lou Reed, aparece en el álbum “1969”, de la Velvet Underground. Tampoco son pocos los artículos y entrevistas que Elliott ha firmado para revistas musicales, como la norteamericana Rolling Stone, o, en España, Ruta 66. Pero, por encima de todo, Elliott ha sido un lúcido cronista con acento poético, un roquero letrado - quien consulte el glosario que aparece al final de las páginas de este libro verá las abundantes referencias históricas y culturales, pero, especialmente, literarias, musicales y cinematográficas, que pueblan sus canciones: desde sus intocables Elvis, Dylan y Rolling Stones, pasando por F. Scott Fitzgerald, Jack Kerouac y Virginia Wolf, hasta Marilyn Monroe, James Dean y Humphrey Bogart, Van Gogh, Leonardo DaVinci o Picasso, Fellini, Andy Warhol y Jack el Destripador, el planeta “Murphy” rebosa arte:

“La noche crujió
y la gente corrió a sus casas…
gritando bajo silenciosos focos,
las mujeres con tacones rotos
y los hombres con corbatas oblicuas
cogiéndose el sombrero bajo un aullante viento
que nadie entendía.

La noche crujió
pero yo estoy a salvo
en mi sofá, con un libro de poesía,
y el sedante sonido del lavavajillas
entrando en su fase final.”

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